Al inaugurar el Diálogo Estratégico y Económico con Chi na (Washington, 27 y 28 de Julio de 2009) Barack Obama afirmó: “La relación entre Estados Unidos y China defi-nirá el siglo XXI”.

Algunos analistas encuentran en el diálogo estraté-gico entre las dos superpotencias un intento de re-establecer la gobernabilidad del sistema mundial, golpeada por la mayor crisis financiera de los últimos 70 años.

Si esa hipótesis fuera correcta estaríamos en presencia de una nueva bipolaridad, fundada, menos en términos de seguridad, que en el despliegue de las corrientes del comercio interna-cional, los canales de inversión y los flujos de capitales. Es decir, estrategia y negocios se defini-rían en un virtual “G-2”, donde un polo (el del consumo) repre-senta la “sociedad del conoci-iento” (tecnología, finanzas, derechos intelectuales, patentes); y el otro (el de la producción), una inmensa planta industrial moderna, montada sobre mano de obra abundante y barata, que derrama sus manufacturas sobre un mundo abierto -por la OMC- al consumo de la marea de productos chinos y asiáticos.

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En rigor, las reglas y los métodos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) fueron diseñados para un mundo que está desapareciendo vertiginosamente en proporción al desarrollo de la crisis internacional. La imposibilidad de concluir la Ronda de Doha es un ejemplo irrefutable de la declinación de esa Organización. Si el multilateralismo fracasa y el unilateralismo es impotente ¿porqué no establecer (de facto) un consorcio bilateral entre dos superpotencias complementarias, unidas por una suerte de solidaridad mecánica?
¿Cómo deviene esa solidaridad mecánica?

Por el hecho que, en los últimos 15 años, el extraordinario flujo de capitales que desencadenó el boom del crédito, la construcción y el consumo en los Estados Unidos, provino en un 75% del mundo emergente y, en especial, de China. Esto es conse-cuencia de lo que hoy ocurre en el plano global, donde se alteran tanto los mapas de la competencia económica internacional, como los equilibrios en las negociaciones comerciales.
La emergencia de China, India, Rusia y Brasil (BRIC) como protagonistas relevantes del comercio inter-nacional, los vincula objetivamente con los grandes centros de consumo, entre los cuáles, el mercado estadounidense es el mayor. Como resultado de ello, China se ha convertido en el mayor comprador de dólares y títulos del Tesoro de EE.UU. -en procura de estabilizar al dólar- al tiempo que denuncia su insufi-ciencia y debilidad para servir como denominador del conjunto del comercio internacional. Entre abril y junio de 2009, China aumentó sus reservas en 177 mil millones de dólares. Ahora, ascienden a 2.3 trillones de dólares, de los cuáles el 75% son activos financieros estadounidenses. A fines de Julio, EE.UU. colocó en el mercado internacional 200 mil millones de dólares en títulos del Tesoro: casi el 60% fue adquirido por el Banco Central de la República Popular China.

Si los chinos siguen comprando dólares, es difícil que el Yuan se revalué con fuerza como reclaman las potencias occidentales. Corren rumores de que existe una suerte de acuerdo encubierto entre la Reserva Federal y el Banco Popular de China, para cooperar en política monetaria y estabilizar los mercados de divisas mundiales. Algo que parece contradictorio, a primera vista, con las declaraciones de los líderes chinos que muestran su escepticismo sobre el futuro del dólar. Esas declaraciones siembran dudas sobre la inflación que puede provocar el famoso “quantitative easing”, léase emisionismo, de la Reserva Federal (FED) y el brutal déficit público de los EE.UU.
Sin embargo tanto Washington como Beijing reconocen que un cambio a gran escala de la composición de las reservas de divisas de China es más o menos imposible. Se estima que –como dijimos- 2/3 de las reservas están denominadas en el billete verde. A su vez, el argumento de algunos funcionarios chinos para comprar menos dólares, fundado en las dudas sobre su futuro, resulta funcional a los intereses coyunturales de la Reserva Federal porque limita el emisionismo y endeudamiento posibles de EE.UU.

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Ben Bernanke

Barack Obama no puede emitir bonos para financiar su deficit fiscal, más allá de lo que el mercado se encuentra dispuesto a absorber. Se comenta que, con el apoyo a la Reserva Federal, los chinos están influyendo en la reelección de su Presidente: Ben Bernanke.

Allí reside el nucleo de solidaridad mecánica entre Washington y Beijing. De existir una venta de dólares por parte de China, o tan solo una diversificación de los ingresos por exportaciones en euros y yenes, hundirían al dólar y reducirían -drásticamente- el valor de las reservas chinas. Es lo que se llama “La trampa del dólar de Pekín”.

Los Chinos se han metido, por sus propios intereses, en esa trampa y con plena conciencia del problema. Por tanto sus declaraciones no son más que fintas. Hay un acuerdo tácito: a cambio de que China mantenga estable la composición de sus reservas, los norteamericanos tienen que reconocer que el yuan subirá moderadamente y que no se cumplirán las demandas de los últimos años respecto de una fuerte devaluación de la moneda china.

Las dudas sobre la estabilidad del dólar, lejos de molestar a Washington, son música para los oídos de la FED porque Obama no puede embarcarse en años de un déficit descontrolado, cuando el principal acreedor del país no está dis- puesto a financiarlo. Es más, Bernanke se está ganado cierta cobertura de Beijing para su “estrategia de salida”, es decir, el fin del “quantitative easing” para volver a las subidas de los tipos de interés, en cuanto la economía comience a recuperarse. Por estas razo-nes los chinos están apoyando la reelecpara un segundo período al frente de la FED .

Con su actitud, están haciendo peligroso el reemplazo de Bernanke por un «Halcón Monetario» , que criticara la posición de los chinos. Ello provocaría una venta masiva de dólares y haría realidad el hundimiento de la divisa que los bajistas de Wall Street llevan meses anunciando. Esto es lo que hay, como dicen nuestros jóvenes. Hablar del G2 como un eje central EEUU – China a través del cual el capitalismo se recrea como un sistema de poder mundial parece un tanto arriesgado y prematuro. Lo es, también, supo-er que ese eje reinventa un sistema de poder mundial para conducir la globalización, a través de una nueva división internacional del trabajo.

Como diría Borges:

No los une el amor sino el espanto
¿Será por eso que se quieren tanto?

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