En el marco de la “Jornada Binacional Argentina-Brasil: ¿Cómo se perciben ambas sociedades a través de la cultura y los medios de comunicación?, que organizó el Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, se abordaron aspectos originales de la relación entre ambos países y se arribó a interesantes conclusiones.

El mito de la rivalidad histórica entre Argentina y Brasil se ha derrumbado luego de casi tres décadas de democracia e integración regional. Ambos países no sustentan hoy hipótesis de conflicto, sin embargo la confrontación ha sido sustituida por una amistad acotada que no termina de convertirse en una alianza estratégica a largo plazo.

Los participantes de la Jornada (periodistas, académicos y hombres de la cultura) aportaron invalorables elementos de análisis sobre las causas de la dialéctica entre confluencias y divergencias entre ambas naciones.

Para algunos Brasil ha modificado su status en el orden internacional pasando de ser un poder regional a convertirse en un actor global, con relaciones privilegiadas con EE. UU., la Unión Europea y China. Hoy se lo reconoce como miembro pleno de los BRIC’s grupo al que le aporta su letra inicial: Brasil, Rusia, India, China.

Su ingreso al siglo XX, bajo la Doctrina del Barón de Río Branco, partió de reconocer el carácter prioritario de una alianza estratégica con los EE.UU., como elemento determinante del sistema internacional, acompañada de una vocación de liderazgo en América del Sur -para cuya consolidación- necesita construir un eje vertebrador en base a una estrecha asociación con Argentina.

Esa visión geopolítica se apoyó en una política exterior donde, a diferencia de Argentina, prevalecieron las continuidades sobre las rupturas. Todos sus gobiernos, después de 1930 respetaron el consenso “nacional-desarrollista” fueran civiles o militares, de derecha o izquierda. Ello permitió a Itamaraty sostener un mismo modelo de relacionamiento y despliegue estratégico con la región, el hemisferio y el mundo.

Esa estrategia y sus políticas de Estado lo han convertido en el país de la región con más voz en los foros internacionales, una potencia emergente y un actor global con peso importante en el escenario mundial. ¿Ésta posición de “global player” lo acerca o lo aleja de la Argentina?

La pregunta que sobrevoló toda la Jornada, tuvo respuestas distintas de los expositores. Sin embargo, hubo consenso en que Brasil como gran exportador de commodities (se ha convertido en el segundo exportador mundial de alimentos) tiene a China como su principal socio comercial (le exporta mineral de hierro, soja y petróleo) . La visión del Presidente Lula es que Argentina, principalmente, y el resto de América del Sur pueden y deben acompañar esta expansión productiva y comercial de Brasil ya que ese país tiene la llave del mercado internacional de las commodities que es China y el resto de Asia.

La otra pregunta que sobrevoló sobre todas las exposiciones fue: ¿La actual crisis financiera y económica internacional, es una oportunidad para la integración o juega a favor de aumentar las divergencias entre Argentina y Brasil?

Prevaleció la idea que bajo la crisis se ha generado “un nuevo ciclo de desconfianza”. Fundamentalmente en torno al tema del proteccionismo y las políticas cambiarias, priman  visiones negativas recíprocas, sobre todo, en el empresariado de ambos países. Lo curioso es que ambos países han sido afectados por iguales problemas, como la fuga de capitales, la caída de sus exportaciones y la declinación del comercio internacional. Sin embargo sus posiciones divergieron en la Ronda de Doha y en la Reunión de Londres del G20, donde Brasil propuso el parágrafo 13 de la Declaración Final que rechaza el proteccionismo.

Hacia el final de la Jornada el debate giró hacia los hechos que ocuparon los titulares de los últimos días, la nacionalización de empresas siderúrgicas por Venezuela y su interferencia en las relaciones entre Argentina y Brasil y en el seno del Mercosur.

Hubo un expositor que interpretó que los reclamos de la Unión Industrial Argentina a su Gobierno para que se oponga a la incorporación de Venezuela al Mercosur, coinciden con el levantamiento del veto del Senado de Brasil a esa incorporación. Hecho que coincidió con la visita del Presidente Chávez a Lula da Silva, donde se produjeron los dichos que fueron proyectados a la opinión pública argentina como una expresión de favoritismo hacia Brasil.

Aparentemente, el programa siderúrgico de Venezuela no debería sorprender a nadie, habida cuenta que ese país viene impulsando la integración vertical del proceso de producción siderúrgica sin disimulos.

Para el expositor la verdadera razón detrás de los reclamos industriales es generar una presión sobre el Gobierno argentino que les permita obtener una devaluación del peso que lo coloque en un rango entre los $4 y $4,50 abandonando la política de deslizamiento administrado.

Esa presión a la que no sería ajena la Mesa de Enlace Agropecuario, crearía un conflicto mayúsculo con Brasil y el resto del Mercosur que han optado por seguir la devaluación internacional del dólar, sin alterar sus políticas cambiarias, ya que esto último podría afectar  a sus socios en el proceso de integración.

Como puede apreciarse la Jornada no fue un mero ejercicio teórico, reducido a la retórica de las buenas intenciones y traducido en declaraciones de fraternidad regional. Se trasladó el debate  a los temas que preocupan a la opinión pública.

Se concluyó que no se pueden construir consensos sobre la base del desconocimiento recíproco, permaneciendo como “vecinos distantes”. La crisis que se generó en el centro, tendrá como variante de ajuste a la periferia. En tal situación Argentina y Brasil, sus gobiernos, empresas y sociedades, tendrán que dar prueba de una fuerte voluntad política, para que la crisis en lugar de llevarnos a profundizar las divergencias se convierta en una oportunidad para la integración.

Por JOSÉ MIGUEL AMIUNE

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