Prebisch, el Keynes latinoamericano

Por José Miguel Amiune

En ocasión de conmemorar el 75° aniversario de la creación del Banco Central de la República Argentina (1935-2010) hemos querido revalorizar la figura de este argentino universal. Para juzgarlo por sus frutos hemos incluido las tres grandes etapas de su vida. El Prebisch joven, que actúa en la Argentina en medio de la crisis financiera desatada en 1929, creando el Banco Central, las juntas reguladoras y el sistema impositivo moderno. El Prebisch que inaugura con su Manifiesto de 1949 el pensamiento estructuralista latinoamericano y sienta las bases de la CEPAL. Y, por fin, el Prebisch universal que funda la Organización de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) creando, entre otros instrumentos, el sistema generalizado de preferencias comerciales. Pocos argentinos alcanzaron una proyección nacional, continental y global tan trascendente como ignorada o silenciada por sus propios compatriotas.

El año pasado, en medio de la implosión del sistema financiero y la crisis económica internacional, apareció la primera biografía completa de Raúl Prebisch. Es difícil imaginar un momento más propicio para romper la conspiración de silencio que rodeó su figura, obra y pensamiento. La quiebra de los paradigmas neoliberales, ha desplazado el interés político y académico hacia figuras como Keynes y Prebisch que fueron emblemáticos pilotos de tormenta para enfrentar la crisis del capitalismo de 1929. Uno en el orden internacional y el otro en el ámbito latinoamericano.

El objeto de esta nota no es analizar la obra de referencia (The Life and Times of Raúl Prebisch, 1901-1986, by Edgard J. Dosman. Mc Gill-Queen´s University Press; 624 pages). Quien desee tener una excelente reseña del libro puede encontrarla en el número correspondiente al 7/13 de marzo de 2009 de la revista inglesa The Economist. Nuestro propósito es abordar la multifacética personalidad de Prebisch, desde una perspectiva latinoamericana. Sin desmerecer la laboriosa tarea de Edgar J. Dosman, es lamentable que Raúl Prebisch no tenga, aún, un biógrafo de la región a la que entregó sus mejores esfuerzos, donde dejó tan sobresalientes discípulos y a la que -en definitiva- consagró su brillante aventura intelectual.

Trataremos, pues, con modestia, darle al lector no especializado una semblanza de la vida y obra de un argentino universal, más conocido fuera que dentro de su propio país. En pocos casos la enseñanza evangélica de que nadie es profeta en su propia tierra, es más fidedigna que en el suyo. Vamos, entonces, a la búsqueda de nuestro personaje.

El Origen

El 17 de abril de 1901 nacía en la capital de la Provincia de Tucumán Raúl Federico Prebisch Linares, producto de lo que el gustaba llamar «vieja sangre española y buena sangre alemana». Fue el penúltimo de los ocho hijos de la familia: cuatro varones y cuatro mujeres. Rosa Linares Uriburu, su madre, provenía de un distinguido linaje familiar. Fue el favorito de su abuelo, Segundo Linares, un ex Senador que promovió el interés de Raúl en los asuntos públicos. Tuvo un éxito completo: el joven Prebisch quedaría obsesionado toda su vida por ser un servidor público y contribuir a la realización del destino de la Argentina.

Pero si la dedicación de Raúl a la causa nacional y latinoamericana, su autoconfianza intelectual y su calidez personal, llevaban la marca de su madre, su ilimitada energía, su carácter firme y su inagotable capacidad de trabajo eran rasgos heredados de su padre. Albin Prebisch había hallado el camino hacia la Argentina desde una aldea rural cercana a Dresden, a través de andanzas que lo habían llevado a Inglaterra y a tierras tan lejanas como la India. Era un hombre sin historia que estaba decidido a fundar una familia famosa en su país de adopción.

Este mestizaje de origen modeló su ambivalencia hacia el poder. Prebisch mantuvo cierta sensibilidad contradictoria sobre su lugar en la sociedad argentina, donde muchas veces se sintió un «outsider». La tensión entre su identidad nacional y su cosmopolitismo intelectual fue el signo de su existencia y el elemento que lo convierte en un personaje paradigmático para los argentinos y latinoamericanos.

Desde el punto de vista teórico, la cosmovisión de Prebisch, su mayor aporte, fue la idea de una ruptura estructural de la economía internacional, causada por la lenta difusión del progreso técnico y mantenida por el sistema internacional de la división del trabajo, establecido al comienzo de la revolución industrial. En esa concepción -conocida como el deterioro de los términos del intercambio- el comercio no era considerado como una simple extensión de la economía interna, sino que poseía una dinámica propia.

En una síntesis tardía de sus estudios teóricos («La cinco etapas de mi pensamiento sobre el desarrollo»), Prebisch expuso la idea de un sistema de relaciones económicas internacionales que él denominó «sistema centro-periferia»

Esta cosmovisión, constituyó el punto de partida de la «Teoría del subdesarrollo», que asumió una posición preponderante en el pensamiento de América Latina, como un aporte original para comprender, desde los intereses y la perspectiva de la región, el
escenario económico de la posguerra. Para Prebisch, el subdesarrollo se originaba en la concentración del progreso técnico y sus frutos en actividades económicas primarias orientadas hacia la exportación, dando lugar a estructuras sociales heterogéneas en virtud de las cuáles una gran parte de la población quedaba marginada del proceso de desarrollo.

Como puede apreciarse Prebisch no era un economista aséptico y, mucho menos, un mero analista de mercados de los muchos que hoy fatigan las pantallas televisivas, las radios y los periódicos. Prebisch fue como Smith, Keynes o Schumpeter, un hombre que concibió a la economía política como una ciencia moral, quizás, la más moral de las ciencias. Fue, podría decirse, un economista cultural interesado en la pretensión filosófica de la economía como una ciencia fundante, que tiende a arrogarse un espacio ético.

Al inventariar su legado, en estrecha síntesis, podemos enunciar la creación del Banco Central de la República Argentina del que fue Gerente General; la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la que fuera mentor y Secretario Ejecutivo y la Organización de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). Estas creaciones institucionales fueron, a su vez, sus principales aportes a nivel nacional, regional y mundial.

Al final de su vida, Prebisch seguía recordando su período en el Banco Central como el más satisfactorio para él, comparable únicamente con los primeros años en la CEPAL. De hecho, su concepción del Banco Central asimilada con Niemeyer, en Londres, en 1933, y puesta en Ejecución, con absoluta originalidad, en el momento preciso de la crisis mundial, fue un triunfo personal regocijante.

Hasta su renuncia, en Octubre de 1943, el Banco Central se había convertido, sin duda, en la fuerza directriz de la política fiscal, monetaria, industrial y del comercio internacional del país, tal como lo había ambicionado Prebisch. Todo ello pese al marco de crisis internacional, guerra y decadencia política que atravesaban el país y el mundo. Como puede apreciarse, el Banco Central que fundó Prebisch no se reducía a la mera custodia de las reservas monetarias, bajo la estrecha mira que impone una política de metas de inflación.

La crisis

Para ubicar el momento en que le tocó actuar al joven Prebisch, es preciso trazar una sumaria descripción de la época. En la segunda mitad de 1929 se trasladó a la Argentina la crisis iniciada con el derrumbe de Wall Street. Lo que se creía un descenso cíclico de duración normal, se convirtió en una gran depresión que, en la Argentina, duró 50 meses. Los vientos de la recesión se llevaron, primero, la convertibilidad del peso, al tener que cerrar Yrigoyen la Caja de Conversión, en seguida se llevaron al Gobierno de Yrigoyen y, con él, a las instituciones republicanas y democráticas como el Congreso y, por último, el empleo y cualquier forma de solidaridad.

Al país le llevó casi medio siglo recuperar las instituciones que los vientos devastadores de 1929 se llevaron. A Prebisch le tocó actuar en el ojo de la tormenta como Subsecretario de Hacienda del primer gobierno de facto.

Diagnosticó que la raíz del problema residía en el déficit fiscal, en consecuencia la terapia anexa al diagnóstico fue apuntar al equilibrio de las cuentas públicas, subiendo los ingresos fiscales y bajando los gastos. El encargado de las reformas a ambas puntas fue el propio Raúl Prebisch, a quien no le tembló el pulso para imponer un verdadero «impuestazo»: el impuesto a los réditos o a las ganancias que, hasta entonces, era totalmente ignorado en el país. No sólo ideó el impuesto a los réditos sino decenas de nuevos impuestos que gravaron a sectores sociales privilegiados y tradicionales que carecían de conciencia y cultura tributaria.

Al mismo tiempo se estableció un nuevo régimen jurídico para la economía creando las Juntas Reguladoras y echando las bases de la intervención del Estado en la economía. Su autor principal: Raúl Prebisch, sería el funcionario público de actuación más prolongada en el país y su experiencia cubrió el ámbito argentino, luego el de toda América Latina, como Secretario Ejecutivo de la CEPAL, y finalmente el mundo como Secretario de la UNCTAD.

No podría calificarse a Prebisch de falta de experiencia en el gobierno o de perspectiva estrecha.

La gesta económica latinoamericana y mundial

En 1948 debió emigrar del país y, al poco tiempo, comenzó su etapa al frente de la CEPAL. La magnitud de los logros de Prebisch difícilmente
puedan exagerarse. La CEPAL cautivó la imaginación de América Latina, región que esperaba ser inventada. La doctrina CEPAL o tesis de Prebisch (La Habana 1949) liberó y dotó de autoridad al pensamiento latinoamericano que, tradicionalmente, estaba habituado a importar ideas del exterior. El manifiesto de Prebisch representó un paso al frente en materia cognitiva. Fue un documento que cambió el escenario intelectual de América Latina y transformó el debate de la política económica en uno centrado sobre el desarrollo de la región. Después de la Habana ya no se trataba de industrializarse o no, sino de qué estrategias, instrumentos y políticas eran los más apropiados para esos fines.

De ésta prolífica etapa intelectual de Raúl Prebisch nacieron la noción del «estructuralismo» económico latinoamericano, el proceso de sustitución de importaciones, el desarrollo y expansión del mercado interno y la integración regional, para citar alguna de sus contribuciones más perdurables a la teoría y la política económica. Por otra parte, su construcción teórica de «sistema centro-periferia, abrió amplios cauces a los desarrollos de la sociología y la ciencia política sobre la «teoría de la dependencia».

Concluida su etapa «regional» en la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Prebisch es invitado por el Secretario General de las Naciones Unidas, U. Thant, para encabezar el Comité Preparatorio de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Esa invitación, a comienzos de 1963, coincidió con otro hito significativo: el Diálogo Norte-Sur en que el desarrollo simétrico trataría de ocupar un lugar prioritario en la agenda de la Asamblea General de la Naciones Unidas.

Ese fue otro de los momentos históricos de la trayectoria de Prebisch con su correlato teórico: la «Teoría de la brecha comercial». El comercio internacional se había convertido en el tema central de las Naciones Unidas. Los participantes potenciales pretendían salir del estrecho marco del GATT para encontrarse en la Asamblea General, donde el Grupo de los 77 comenzó a congregarse tras el liderazgo de importantes países en vías de desarrollo, con América Latina como poderosa base de sustentación. La dimensión ética de la UNCTAD, de un orden Norte-Sur más justo, resultó irresistible para muchos economistas comprometidos que confluyeron en el nuevo equipo de Prebisch. Éste sería el último que encabezaría y el que dejó como uno de sus frutos más importantes el Sistema Generalizado de Preferencias Comerciales, por el cuál los países industriales debían extender sus regímenes de preferencias comerciales a los productos provenientes de los países subdesarrollados.

Terminado su ciclo al frente de la UNCTAD en 1968, fue invitado por Felipe Herrera a reexaminar los aspectos básicos del desarrollo de América Latina, a la luz del cambio de las circunstancias internacionales ocurridos desde la creación del BID, una década antes. Prebisch aceptó elaborando un documento esencial denominado: «Transformación y desarrollo la gran tarea de América Latina».

Su último acto de servicio se lo brindó a la Argentina, con la misma pasión de sus luchas juveniles, asesorando en materia de comercio internacional, los primeros pasos de la joven democracia que renacía con la llegada de Raúl Alfonsín al gobierno.

La obra y el legado de Prebisch conservan una actualidad incontrastable. Su autonomía y originalidad para comprender y enfrentar los ciclos económicos internacionales y sus efectos sobre los países periféricos, debieran constituir un paradigma para los políticos, economistas e intelectuales que timonean la nave latinoamericana y argentina en las procelosas aguas agitadas por la mayor crisis del capitalismo, a nivel global, desde 1929. Su solidez teórica unida a su pasión por hacer deben ser fuente de inspiración para encontrar, como él lo hizo, soluciones originales, apertura a nuevas ideas que permitan transformar las estructuras tradicionales del atraso y el subdesarrollo y la vocación por una constante evolución intelectual, que caracterizaron a Raúl Prebisch.

En suma, Prebisch vuelve a nosotros porque su pensamiento está vivo, como lo están las contradicciones y convulsiones que agitan a un capitalismo que marcha a la deriva, mientras no se visualiza el Keynes o el Prebisch que redefinan las condiciones de funcionamiento del sistema para retomar su equilibrio.

El mejor homenaje que, nosotros, los argentinos, podríamos rendirle a Prebisch es devolverle la centralidad del debate económico a la cuestión del desarrollo nacional y regional. Esta es la deuda de los políticos y economistas con el país: rescatar el «desarrollo como vocación», con el que don Raúl estaba indeclinablemente comprometido, en función de esa ética que profesaba, donde el desarrollo no se concebía sin la equidad social.

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