Las relaciones bilaterales entre China y Argentina, no se generaron, ni se dan, en un vacuum histórico, sino en un contexto de redistribución del poder a escala mundial, que ha alterado el funcionamiento del Sistema Internacional. Ello le ha permitido a China convertirse en un actor global, que reorienta su política exterior en todos los tableros geopolíticos regionales y, en este caso, hacia América Latina y el Caribe. (ALC)
El sentido de este trabajo es identificar ese contexto y su posible desenvolvimiento en el futuro. Para ello he dividido mi exposición en tres partes:
- América Latina: Crisis de la hegemonía hemisférica de EE.UU. La nueva presencia de China y otros países emergentes.
- El impacto de la proyección China en la nueva coyuntura regional.
- El rol de Argentina en ese nuevo balance de poder: sus desafíos y oportunidades.
1.- La crisis de hegemonía en América Latina
Al inaugurar el Diálogo Estratégico y Económico con China (27 y 28 de Julio de 2009, en Washington) Barack Obama afirmó: “La relación entre China y EE.UU. definirá el siglo XXI”. Esta afirmación pareciera insinuar que el diálogo estratégico entre las dos superpotencias es un intento por reestablecer la gobernabilidad mundial, golpeada por la mayor crisis financiera de los últimos 70 años. Nos encontraríamos ante una nueva bipolaridad fundada, menos en términos de seguridad, que en el despliegue de las corrientes del comercio internacional, los canales de inversión y los flujos de capitales. Es decir, estrategia y negocios se definirían en un virtual “G-2”, donde un polo representa la sociedad del conocimiento y el consumo masivo, y el otro la sociedad de la acumulación de capital y la producción masiva de productos manufacturados, sobre la base de sus ventajas comparativas inalcanzables por otras economías.
La absoluta e invencible ventaja comparativa de China se basa en una fuente inagotable de mano de obra barata, acelerada industrialización y un colosal salto tecnológico. La naturaleza de este fenómeno ha alterado las relaciones comerciales entre China y los EE.UU. Este último es el gran receptor de las exportaciones chinas pero, en lugar de enviar sus manufacturas hacia China, le exporta su deuda.
El sistema es simple. Un río de dólares fluye de EE.UU. a China, creando un superávit de dólares en la balanza comercial china. Para compensar ese superávit comercial, China compra bonos del Tesoro estadounidense e incrementa sus reservas en dólares. Dos corrientes idénticas de dólares cruzan el Pacífico, la que se mueve hacia el Oeste compra productos chinos, la otra yendo hacia el Este compra deuda de los EE. UU.
Por otra parte China se ha integrado al BRIC (Brasil, Rusia, India, China) cuyo auge es parte de la tendencia de fondo de los últimos 15 años. En 2005, por primera vez desde la Revolución Industrial (1780), más de la mitad del PBI mundial correspondió a los países emergentes. En los cinco años previos a la crisis (2003-2008) esos países fueron responsables del 80% del crecimiento de la economía global.
Esos fenómenos han rediseñado el mapa de la economía y el comercio mundial y apuntan hacia una nueva redistribución del poder.
Lo cierto es que el siglo XXI comenzó con una crisis de la hegemonía hemisférica de los EE. UU. respecto de América Latina. Sobretodo, a partir del 11 Setiembre de 2001, se operó un “repliegue táctico” de los EE.UU. respecto de la región, determinado por sus conflictos en Eurasia, Irak y Afganistán, complementados por el fracaso estrepitoso del ALCA, así como del intento de imponer una “Carta Interamericana de Seguridad”. Este espacio dejado por los EE. UU. vino a ser llenado por dos procesos, simultáneos: uno endógeno y otro exógeno a la región.
A) En el ámbito interno: Desde la llegada al poder de Lula y el Partido de los Trabajadores en Brasil (2002), el peso geopolítico de ese gigante sudamericano, movió el fiel de la balanza a favor del surgimiento o fortalecimiento de regímenes neo-desarrollistas y progresistas en la región. Al menos una docena de países llevaron al poder a gobiernos progresistas de distinto signo, a través de elecciones democráticas, sosteniendo propuestas de cambio de la política económica, social y de claro compromiso con la integración regional.
B) En el ámbito externo: El retraimiento de Washington de América Latina ha venido siendo ocupado por nuevos actores internacionales. El avance de China en la región es evidente, Rusia ha retomado una activa presencia en el área, al tiempo que India, Irán y Sudáfrica, se proyectan activamente hacia la región. Los cinco –Beijing, Moscú, Teherán, Pretoria y Nueva Delhi – procuran, como proveedores en algunos casos y consumidores en otros, reforzar los lazos, fundamentalmente, en materia energética y alimenticia en el marco de la revalorización de las pugnas estratégicas por el control y explotación de los recursos naturales de la región.
La reemergencia de China en ALC ha generado dos miradas distintas.
a) La tesis de la amenaza: Elaborada en EE.UU. por los sectores neo-conservadores que adhieren a la “teoría realista” de las relaciones internacionales, representados por personajes como William Kristol, Robert Kagan, Ross Munro o Richard Berstein. Esta corriente de opinión teme la emergencia de una potencia económica rival y se apoya en la obsesión de establecer la democracia de tipo liberal como patrón de organización política en todo el mundo. Su tesis es simple: China y EE.UU. son países rivales con intereses en conflicto. Esa rivalidad tendrá un efecto global, obligando a los demás países a tomar partido en la contienda, configurando un nuevo escenario de guerra fría.
b) La teoría del ascenso pacífico: Es una formulación mucho menos ideológica que la anterior y se basa en tres premisas, perfectamente verificables: 1) China no tiene, ni tendrá ambiciones hegemónicas, como lo demuestra su experiencia histórica. China carece de una historia de expansión o agresiones exteriores. 2) La asimetría militar con EE.UU. la coloca en la posición de ser pragmática, impulsar una nueva industrialización, participar de la globalización económica y construir una sociedad más armónica. 3) Su política exterior se orienta hacia el multilateralismo, el desarrollo pacífico y en no subvertir el sistema internacional, sino en utilizarlo en función de alcanzar sus propios objetivos.
La “teoría de la amenaza” es un espejo de la propia forma de ver el mundo en clave occidental. Precisamente, para los chinos, el expansionismo es uno de los 5 pilares de los valores occidentales, al que se suman: la idea salvacionista o redentora, el individualismo, el utilitarismo y el liberalismo.
La apertura de China a la modernidad se construye sobre la visión cultural china de ver y percibir el mundo y su lugar en él, mientras Occidente trata de proyectar un modelo único, calificando toda alternativa como un peligro o amenaza. Intentar comprender a China en clave occidental, puede conducir a conclusiones totalmente erróneas.
En suma, en un mundo interdependiente China y EE.UU. se necesitan recíprocamente. Como dice Obama, el diálogo estratégico entre ambas potencias definirá el siglo XXI. América Latina (en especial Argentina y Brasil, desde el G-20), tiene que participar de ese diálogo para incorporarse a la globalización en condiciones de preservar y enaltecer los intereses regionales y nacionales. Como dice Aldo Ferrer: “cada uno tiene la globalización que se merece”.
2.- El impacto de la proyección China en la nueva coyuntura regional
La proyección de China en nuestra región se explica –fundamentalmente- en el intento de asegurar, a través de adquisiciones e inversiones una cadena de suministros para sus industrias críticas, que garantice su seguridad energética y alimentaria.
La estrategia China en ALC se apoya en una mesa de negociación con cuatro patas
1) Interés económico: fortalecer los lazos económicos y obtener recursos energéticos y agro-alimentarios, para sostener su seguridad energética y alimentaria.
2) Interés político: incrementar su influencia en la región, promover la multipolaridad y la democratización de las relaciones internacionales.
3) Interés diplomático: Contener los intentos separatistas de Taiwán, morigerar los reclamos por la situación del Tibet y por su política de derechos humanos.
4) Interés militar: Fortalecer los vínculos de sus autoridades e industrias militares con los países de la región, en el contexto de la competencia estratégica con EE.UU.
Para ello mantiene relaciones a nivel gubernamental y con organizaciones no gubernamentales con 20 países de la región, 14 de los cuáles cuentan con embajadas en Beijing. En el plano multilateral está adoptando una política de coordinación con países de ALC en foros como APEC, OMC y ONU. En este último caso la coincidencia en las votaciones alcanza el 95%.
China ha desarrollado relaciones con organizaciones multilaterales regionales. Ha participado en reuniones del Grupo de Río; fue admitida como observadora en ALADI; integra el BID como miembro extra-regional y desarrolla instancias de diálogo con el MERCOSUR. Fue incorporada en 2004 como observador permanente en la OEA y participa del Foro de Cooperación de América Latina y Asia del Este (FOCALAE) una importante instancia del diálogo transpacífico.
El gigante asiático percibe a EE.UU. como un competidor estratégico en Cuenca del Pacífico, eso la mueve a estrechar relaciones con Brasil y los demás países Atlánticos, mientras celebra tratados de libre comercio con Chile (el primero de todos en 2004), luego con Perú, y uno a punto de consumarse con Costa Rica. La política de celebrar TLC´s, con los países latinoamericanos, es la estrategia que desarrollan tanto China como EE.UU.
Los países de la región están concientes de las ventajas del vínculo económico con China, en un plano despojado de ideologismo, y están dispuestos a sumir riesgos políticos, recordando que las hegemonías, además de incompletas, no son permanentes y, menos, eternas.
China y la geopolítica de la energía en la región
En 2010 Asia ya es el mayor consumidor de energía primaria del mundo y China el 2° importador mundial de petróleo, desplazando a Japón.
América Latina es un exportador neto de recursos energéticos de tipo primario como petróleo, gas y carbón, que es lo que China busca.
Así lo evidencian las inversiones chinas en los campos petroleros venezolanos de Caracoles y Norte de Intercampo; y en Perú en la zona petrolera de Talare.
Por otra parte Beijing apunta a la explotación de recursos de la faja del Orinoco, las cuáles contienen cuantiosas reservas hidrocarburíferas. Precisamente, empresas multinacionales como la China Nacional Off-Shore Oil Corporation (CNOOC) trabajan en la región y todo hace pensar que la presencia de las mismas se incrementará en aquellos países de la región, miembros de la OPEP, en desmedro de las tradicionales compañias inglesas y americanas. Los intereses de éstas últimas se ven amenazados en los países andinos, ricos en recursos energéticos, que alientan una mayor participación China.
La semana pasada el gigante CNOOC, adquirió el 50% de la participación accionaria de la argentina Bridas en Pan-American Oil.
La creación de PETROCARIBE y la propuesta de crear PETROSUR como una confederación de empresas petroleras de propiedad o participación estatal latinoamericana, abre un puente a la participacion de los Consorcios chinos como CNOOC.
A través de sus inversiones en recursos energéticos, el gigante asiático busca una mayor presencia en las estructuras de producción y generación energética de América Latina.. En suma, China busca estabilidad política para no ver afectadas sus necesidades energéticas futuras. Busca acuerdos que no confronten con los intereses americanos en materia de seguridad.
En la última década el flujo de intercambio comercial sino-latinoamericano, en su conjunto, creció casi 10 veces y se ha convertido en el tercer socio comercial de la región. Según la CEPAL el comercio entre China y ALC podría alcanzar en 2010 los USD 100 mil millones.
ALC es el principal proveedor al mercado chino de soja, cobre, mineral de hierro, níquel, harina de pescado, cueros, azúcar, zinc, estaño etc. En contrapartida Beijing destina a estos mercados manufacturas con diversos niveles de sofisticación tecnológica y alto valor agregado. La colosal asimetría en la escala de las respectivas economías y los perfiles diferenciados de las exportaciones por ambos lados, generan alertas sobre la posibilidad de profundizar el perfil de exportador de materias primas de ALC, la primarización de sus economías y la consiguiente vulnerabilidad externa a las fluctuaciones de la demanda china.
3.- El rol de Argentina en el nuevo balance de poder
La República Argentina y la R.P.Ch. establecieron relaciones diplomáticas el 15 de febrero de 1972. El gobierno militar de Alejandro Agustín Lanusse establece relaciones con la China maoísta considerada, aún, una activa “potencia revolucionaria”, en el marco de la conocida “Revolución Cultural”. Esto resultaría inexplicable si no se aclara que en 1971 los EE. UU. habían prestado reconocimiento a la R.P.Ch y reestablecido sus relaciones diplomáticas y comerciales.
Desde entonces podemos distinguir cuatro etapas en las relaciones con China:
1) La establecida por los militares- fundamentalmente- entre 1977 y 1983, coronada por la visita de Jorge Rafael Videla a la R.P.Ch. en 1980.
2) Inaugurada la etapa democrática se amplió progresivamente la agenda bilateral en el campo político y económico. En los 80 China fue un factor muy importante en la reinserción internacional de Argentina, luego del aislamiento que devino en la etapa post- Malvinas. Raúl Alfonsín visito la R.PCh en 1988 y fue recibido por Deng Xiaoping como el Presidente de un país no alineado y en vías de desarrollo. La identificación política auguraba un promisorio futuro, atendiendo a la complementariedad de ambos países, para incrementar las ventas argentinas y fortalecer la relación bilateral.
3) Durante los 90 se desaprovechó la aceleración de las reformas económicas en China y su incorporación a la OMC. Aunque el Presidente Menem visito en dos oportunidades la R.P.Ch. y se firmaron una variedad de documentos bilaterales, la relación se tornó negativa para la República Argentina. La identificación política se debilitó por el alineamiento automático de Argentina con la política exterior de EE.UU., la salida del Grupo de Países No Alineados y el cambio del voto argentino en las Naciones Unidas. Pero lo que se tradujo en un trágico desbalance de la relación comercial fue el establecimiento de la convertibilidad, que convirtió a la Argentina en un receptor pasivo de una avalancha de productos manufacturados que inundaron nuestro mercado, hicieron colapsar a amplios sectores industriales sin obtener la más mínima contrapartida, tanto en términos políticos como económicos.
4) Luego de la salida de la convertibilidad, la drástica reducción de las importaciones junto al impulso exportador alentado por la nueva política cambiaria, provocó que el saldo del balance comercial se modificara, drásticamente, a favor de nuestro país. La nueva realidad supuso que la R.P.Ch. se convirtiera en un socio estratégico para la Argentina, tanto en la dimensión de las exportaciones como de las importaciones. Para 2006 China se había transformado en el 4° destino de las exportaciones argentinas y en el 3° proveedor de importaciones hacia nuestro país. El intercambio comercial alcanzó la cifra récord de 6.630,10 millones de UDS. El aumento de las importaciones desde China se explica por las mayores compras de bienes de capital, sus partes y piezas, así como los bienes de consumo intermedio. En cuanto a nuestras exportaciones están concentradas en un 78% en el complejo sojero-oleaginoso, siguiéndole en mucho menor orden de importancia las ventas de petróleo, mineral de cobre, pieles, cueros y manufacturas de acero. La colosal asimetría entre ambas economías hace que nuestras exportaciones representen apenas el 0,6% del total de las compras chinas.
En suma, el ascenso de China en la jerarquía del poder mundial se torna cada vez más importante para América Latina y la Argentina. Se trata de contar con un actor que facilite el balance, la estabilidad y la gobernabilidad del Sistema Internacional.
La relación bilateral se asienta en cuatro principios estratégicos e invariables:
- El mutuo apoyo y reconocimiento de la soberanía argentina sobre Malvinas y de China sobre Taiwán.
- El común compromiso con otros países emergentes y miembros del BRIC de apoyarse mutuamente en el seno del G-20.
- Un frente común frente a EE.UU y los países de la U.E. contra los subsidios y el proteccionismo a su producción agrícola.
- La apertura de un mercado real y potencial, con grandes perspectivas de futuro, para nuestras exportaciones agro-alimentarias y productos de alto valor agregado, en sectores específicos.
En esos términos quedan planteados los desafíos y oportunidades que una relación tan asimétrica plantea a un país de desarrollo intermedio como Argentina. Los que miran el futuro desde la perspectiva del miedo, pueden quedar fijados en los peligros que podría significar la profundización del perfil exportador y la primarización de la economía argentina, lo que aumentaría su vulnerabilidad externa.
Esa perspectiva es más producto del desconocimiento sobre las oportunidades que ofrece la transición china, que una política deliberada de ese país de consolidar a Argentina en su rol de proveedora de commodities. No hay por qué aceptar ese fatalismo o asumir pasivamente este patrón de vinculación o revinculación en la economía mundial. La posibilidad de Argentina de aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece una asociación estratégica con China, dependerá de nuestras propias políticas internas. Se trata de asumir los desafíos que implica mejorar la competitividad y actualización tecnológica de nuestra economía, para diversificar la estructura de nuestras exportaciones, incrementar la participación de las manufacturas de origen industrial o agro-industrial y, en definitiva, incorporar mayor valor agregado a nuestras ventas al exterior.
Argentina y China pueden contribuir a la construcción de un orden internacional, con más balance, gobernabilidad y justicia. Tenemos que ser conscientes que el epicentro del mundo cambia. Durante más de 3.000 años se desenvolvió en la cuenca del Mar Mediterráneo; en los últimos 600 años se situó en el Océano Atlántico, sobre todo en su parte Norte. A partir del siglo XXI el Pacífico será el Mar de la “Civilización”, en el que China jugará su mayor protagonismo.
Quiero concluir rindiendo mi personal homenaje a la República Popular China, por las enseñanzas que deja, para nuestros países, su experiencia del último cuarto de siglo. China ha sido la economía que más ha crecido en los últimos 25 años. Lo ha hecho con fuerte participación estatal, desarrollando aceleradamente su sector industrial y propiciando un formidable salto tecnológico de tipo cualitativo. Todo ello lo hizo apoyada en su propia cultura y visión del mundo, desde la perspectiva de sus propios intereses históricos y -lo que no es menos importante- rechazando las recetas del mundo desarrollado y sus organismos internacionales financieros y crediticios.
Un ejemplo digno de seguir.
José Miguel Amiune