ANTECEDENTES:

La Unión de Naciones  Suramericanas (UNASUR), nace como respuesta al intento de imposición del ALCA, que es rechazado por la Cumbre de Presidentes de América, en la Ciudad de Mar del Plata, en diciembre de 2005.

Su Tratado constitutivo se firmó el 23 de mayo de 2008 en la Ciudad de Brasilia, donde se estructuró y oficializó la Organización. La primera en ocupar la Presidencia pro-témpore fue la, entonces, Presidenta de Chile: Michelle Bachelet, con un mandato de un año de duración.

El 4 de mayo de 2010, en la Cumbre Extraordinaria celebrada en la Ciudad de Campana, Provincia de Buenos Aires, se designó por unanimidad a Néstor Kirchner (ex Presidente de Argentina) como primer Secretario General por un período de dos años. Con la incorporación de la Secretaría General se le otorga una plataforma de decisiones y un liderazgo político a nivel internacional, que acelera el proceso de establecimiento de un organismo regional permanente. Esta Secretaría General tiene su sede en la Ciudad de Quito, Ecuador, mientras el Parlamento Suramericano se establecerá en Cochabamba, Bolivia.

Está integrada por doce países de América del Sur. La entidad entró en plena vigencia jurídica el 11 de marzo de 2011, después de cumplirse el requisito de que nueve Congresos de los países miembros, hubieran ratificado el Tratado. Paraguay fue el último país en ratificar el Tratado, el 11 de agosto de 2011. El 24 de Octubre de 2011, UNASUR obtuvo el status de Observador en la Asamblea General de la ONU, después que ese Organismo aprobara por unanimidad su solicitud de adhesión.

NATURALEZA:

A diferencia de los organismos de integración regional que la precedieron (ALALC, ALADI, COMUNIDAD ANDINA DE NACIONES, SELA, MERCOSUR) la UNASUR no se limita a ser un esquema de integración puramente económica o comercial, sino que asume el carácter de un espacio de integración geopolítica, en tanto enfatiza la integración física o geográfica de los países con la convergencia en política exterior, políticas sociales, y de inclusión económica y social.

El propio tratado habla de unión en lo cultural, social, económica y política entre sus integrantes, para promover la integración de la infraestructura de energía, transportes, comunicaciones, financiamiento, medio ambiente, ciencia y tecnología, entre otros, con el fin de eliminar la desigualdad económica, promover la inclusión social, la participación ciudadana y preservar y fortalecer la democracia.

ORGANIZACIÓN TERRITORIAL:

La UNASUR está integrada por doce estados suramericanos soberanos e independientes. Los estados miembros, a su vez, pertenecen a organismos de integración económica subregionales y pueden agruparse de la manera siguiente:

Miembros de la Comunidad Andina de Naciones:

Estado Plurinacional de Bolivia; República de Colombia; República del Ecuador; y

República del Perú.

Miembros plenos del Mercado Común del Sur (Mercosur)

República Argentina; República Federativa del Brasil; República del Paraguay; República Oriental del Uruguay; República Bolivariana de Venezuela.

Otros miembros:

República de Chile; República Cooperativa de Guyana y República de Surinam.

Países Observadores:

Estados Unidos Mexicanos y República de Panamá.

Países no participantes:

Guayana Francesa: es un departamento de ultramar de Francia, por eso es parte de la Unión Europea.

POTENCIALIDAD DE LA UNASUR EN EL ESCENARIO MUNDIAL

Sin duda, nuestro espacio geopolítico de integración es América del Sur. Compuesta por doce Estados, dentro de un espacio contiguo, con una población cercana a los 400 millones de habitantes, que equivale al 70% de toda América Latina y al 6% de la población mundial. Con una integración lingüística, donde predominan el español y el portugués. Dotada de una de las mayores reservas de agua dulce y biodiversidad del planeta, más allá de las inmensas riquezas en recursos minerales, pesca y agricultura. Su territorio abarca casi 18 millones de kilómetros cuadrados (el doble de los EE.UU.) y un PBI del orden de los 4.100 miles de millones de dólares (Unctad, 2011), reúne todas las condiciones para constituirse, en un par de décadas, en uno de los bloques políticos y económicos más importantes del planeta.

Esta tarea de construir la integración sudamericana no está exenta de amenazas. Por un lado EE.UU., ante el fracaso del ALCA, ha buscado debilitar la unidad sudamericana a través de los Tratados de Libre Comercio (TLC) que tiene firmados con Chile, Perú y Colombia, al que se agrega el que ya tenía con México. Esos cuatro países han formado la llamada “Alianza del Pacífico”, para contraponerla al eje Atlántico formado, esencialmente, por Venezuela, Brasil y Argentina, junto a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Ecuador.

El comercio entre México, Chile, Colombia y Perú es –prácticamente- inexistente. Por lo que dicha “Alianza” se explica en el exclusivo interés de EE.UU. por ingresar libremente a esos mercados colocando sus productos y servicios estratégicos: financieros, informáticos, comunicacionales, energéticos y sus políticas sobre patentes,  propiedad intelectual sobre intangibles y tecnologías de punta.

Ante el fracaso de la OMC para concluir la Ronda de Doha, EE.UU. reorienta su estrategia geopolítica y comercial hacia el Pacífico a través del Trans-Pacific-Partnership (TPP), utilizando los acuerdos interregionales como la “Alianza del Pacífico”, como instrumento geopolítico para mantener flotando sobre nuestra región el fantasma del ALCA.

En la vertiente o arco del Atlántico tenemos la locomotora que representa Brasil, por sí solo un enorme espacio económico, que integra el Grupo de los BRICS o países emergentes, destinados a jugar un rol fundamental en el rediseño del orden internacional. Si a ello le agregamos un país como Venezuela que cuenta con la segunda mayor reserva de petróleo y gas a escala mundial; Ecuador otro país rico en minería y combustibles; Uruguay importante exportador de productos agrarios y servicios de diferente clase, entre ellos, los portuarios; el Paraguay y Bolivia (con su enorme reservorio de gas) con una ubicación geoestratégica fundamental en el hinterland de Sudamérica. La posición de Argentina, país agroindustrial de desarrollo intermedio, no admite dudas: la integración en el UNASUR no es un proceso es un DESTINO.

Esa es la misión de las nuevas generaciones que empieza a tomar forma a través de UNASUR y CELAC, para que América del Sur se incorpore, por el esfuerzo de sus pueblos, su tradición espiritual y en condiciones de soberanía política, como un actor decisivo del sistema internacional.

Por José Miguel Amiune

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